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viernes, 8 de noviembre de 2019

Reflexiones paseando


Cuando contemplo las cosas que hacían reflexionar a los antiguos, pienso que tampoco es que sean tan distintas de las que nos hacen reflexionar a nosotros. El ser humano, en su natural intento de explicar su entorno, ha ido construyendo un edificio conceptual de preguntas y respuestas con las que, en cada momento, ha calmado su curiosidad Naturalmente, para buscar esas respuestas se utilizaron los conceptos de que se disponía, por eso siempre hemos estado en procesos de revalidación de las interpretaciones previas si aparecen nuevas técnicas de estudio.

viernes, 9 de noviembre de 2018

La verdad en Ciencia

Me pregunta un amigo que cuándo sabremos en verdad lo que es un gen. Estoy por preguntarle que qué entiende él por verdad, pero no se merece esta respuesta, cruel por mi parte. Me pregunta de buena fe, pero me obliga, de nuevo, a definirle la Ciencia, (y la Genética lo es), como una constante búsqueda de respuestas, cada vez más elaboradas, a las mismas preguntas, las de siempre.

viernes, 1 de diciembre de 2017

La luz, divino regalo

Según la Biblia, el primer día, Dios creó la luz. En algunos pasajes del evangelio de San Juan, se relaciona a Jesucristo con la luz. Siempre la luz ha tenido significado divino para las diversas culturas. Así hasta hoy.

Catedral de Santiago de Compostela
Alguien me dice que el rayo presente en una foto mía, publicada aquí, le evoca la divinidad. La verdad es que lamento tal evocación, pues un fenómeno natural, perfectamente predecible, y de periodicidad conocida, no debería evocar nada divino, que suele ser sinónimo de inusual, extraordinario, A los hombres de ciencia no les gusta la idea de un Dios contraviniendo las leyes naturales. “Dios no juega a los dados”, dijo Einstein cuando, admitiendo su existencia, rehusaba la idea de que rompiese las leyes naturales, impuestas por Él mismo, dando paso al azar. Otra cosa es nuestra manía de atribuir al azar aquellos fenómenos cuyas verdaderas causas desconocemos. 

Esto de Dios y las leyes que rigen la naturaleza ha sido objeto de muchas y profundas reflexiones por parte de filósofos y científicos. A la gente de la calle nunca le importó nada, si bien algunas veces persiguió de manera cruenta a quienes, se decía, alteraban el orden establecido diciendo que tal orden era falso y que había otro más certero. También conviene decidir qué entendemos por “orden establecido”, claro, pues el favor popular es algo de lo que conviene dudar.

Hablando de Dios, su Creación y sus leyes, Descartes dijo que al día siguiente de haber creado el Universo, Dios emitió las leyes por las que se regiría, dejó todo funcionando de modo exacto, y se dedicó a otras cosas. A nosotros, decía Descartes, nos corresponde estudiar el modo en que las cosas funcionan y, al hacerlo, estamos estudiando a Dios a través de sus obras. A esto se llamó teología natural desde los tiempos de los Padres de la Iglesia.

El concepto de milagro, como alteración del orden establecido, nunca entró en las ideas de filósofos ni científicos. Jamás se rehusó exponer las propias ideas acerca de la divinidad y todos ellos, hasta el siglo XVIII, indicaron en sus obras sus respectivas ideas de Dios y de su incidencia en el mundo. A partir del siglo XIX, las creencias de los escritores pasan a ser algo personal, privado de cada uno. Por tanto, ya no se exponen en las obras científicas ni filosóficas, ni se pueden deducir a partir de ellas. 

Catedral de Lugo

De todos modos, eso de relacionar la divinidad con manifestaciones inesperadas o de bajísima frecuencia, ha sido una costumbre muy recurrente en la historia de nuestro pensamiento, desde las religiones más antiguas conocidas. Los primeros que se alzaron contra tal manera de pensar, fueron los filósofos jónicos que, ya en el siglo V a.C, dijeron que los fenómenos naturales se tenían que explicar mediante causas naturales, que era preciso encontrar mediante el estudio. Como corroboración de lo que decían, predijeron un eclipse solar y acertaron.

Tierras del Deza

No siempre los diferentes descubrimientos fueron objeto de alabanza. Muchos sabios sufrieron persecuciones de diversa índole. No voy a citar ningún nombre, pues no es ésta mi intención ahora. Pero no fueron pocas las veces en que se creyó que el avance científico atentaba contra la religión.

Es curiosa la dualidad, entre ciencia y creencia (a veces en forma de religión) y sus antagonismos. Las religiones, todas, tienden a tranquilizar a sus seguidores, relatándoles mitos que agradan y que contribuyen a hacer más llevaderas sus vidas. La ciencia se preocupa por explicar el entorno y lo que ocurre, sirviéndose de los conocimientos disponibles en cada momento histórico. Nunca la ciencia busca la tranquilidad ni la felicidad de sus seguidores, eso es cosa de cada cual y de su modo de acomodarse a la realidad. La ciencia, simplemente, ofrece interpretaciones pretendidamente fieles y, siempre, en constante revisión lógica, pues nuevos descubrimientos obligan a replantearse los conocimientos previos.

Hay cosas que las tenemos bien sabidas, y así en invierno el sol está bajo en nuestro horizonte europeo. El rayo de la foto lo vemos gracias al llamado efecto Tyndall, que es el fenómeno físico que hace que las partículas coloidales presentes en una disolución o en un gas, sean visibles al dispersar la luz. Eso es lo que ocurre cuando ese rayo de sol atraviesa el interior de las catedrales. Si bien sólo entra en ellas en días del solsticio de invierno, cuando está bajo sobre el horizonte. Si vemos el rayo es porque hay polvo en suspensión, o humo en el aire de las catedrales y no creo que, en esto, tengan que mediar divinidades. De hecho, es un fenómeno predecible para esos días con la única condición de que no haya nubes y, por tanto, luzca el sol.

Presento fotos de rayos de sol penetrando en las Catedrales de Lugo y Santiago. No hice más fotos de ese tipo, pues tampoco voy fotografiando rayos de sol que atraviesen cristales sin romperlos ni mancharlos.

Nubes en la Chaira lucense

Si a pesar de saber sus causas físicas, uno se siente sobrecogido por la belleza o por cualquier otra causa personal, es algo muy respetable por mi parte, faltaría más. Sentirse emocionado ante algo bello, es una suerte que conviene cultivar, pues produce muchas sensaciones felices.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Mis profesores, mis maestros

Mis profesores me transmitieron sus conocimientos por dos vías. Una de ellas, fue el cúmulo de conocimientos que se consideraban necesarios para superar el curso del que se tratase. La otra vía, fue todo cuanto se les escapó en comentarios y actitudes que mostraban ante hechos inesperados. Así, nos dejaron ver algo que no se encuentra en libros y que es consecuencia de un modo de ser. Se configura a los largo de una trayectoria marcada por una clara vocación y una dedicación profesional.


Mi orla
Hace más de cincuenta años que terminé mi carrera. Más de cincuenta, sí. La mayor parte de lo estudiado entonces hoy está científicamente superado, pues han aparecido nuevas teorías, métodos de análisis y datos nuevos con los que enjuiciar e interpretar lo conocido. Pero sigo teniendo una gran deuda con todos mis profesores, pues me transmitieron un modo de ser, actuar y pensar como biólogo. No me lo enseñaron con sus clases, más bien fue con sus actitudes cotidianas. Tampoco sé si lo hicieron de modo premeditado, más bien creo que fue una actuación buena, sincera y natural en ellos. Trabajaban, daban sus clases, nos explicaban las cosas y siempre estaban disponibles para nosotros. Todo eso en conjunto generó un ambiente académico muy agradable, que nos permitió vivir entre maestros casi sin darnos cuenta.

Mi foto para el
Carnet de Facultad
De ese modo nos fuimos acercando al conocimiento biológico. Un conocimiento que nos llegó regulado y estructurado mediante el correspondiente plan de estudios. Se nos puso al día en todo lo concerniente a la biología en aquel momento (se estaba dilucidando el código genético y se conocían los ARN, aunque se desconocían sus funciones concretas, por ejemplo). Cuando fueron llegando las novedades científicas, estábamos preparados para interpretarlas e incorporarlas a nuestros conocimientos. Con el tiempo, casi todo lo de entonces está, digamos, superado y actualizado.

En este patio me sentí en mi casa

¿Qué quedan de mis conocimientos de entonces? Como digo, los tengo actualizados y los anteriores, a buen recaudo en los archivos de la memoria. En rigor, he de decir que todo está superado, pero a mis profesores les sigo debiendo el rigor, el orden, el criterio. Incluso, claro que sí, les debo mi actitud ante las novedades científicas que van apareciendo. Hay quienes ante el sonsonete de que “está científicamente demostrado”, están dispuestos a admitir lo que sea sin preocuparse en contrastar el contenido causante del comentario. Muchas veces, tal frase no es más que una superflua muletilla coloquial sin fundamento ninguno.

Creo que los que hemos adquirido nuestros conocimientos gracias a profesores competentes, nunca hemos sido esclavos de la ciencia ni la hemos considerado como una explicación definitiva de nada. Para mí, hay muy pocas cosas inamovibles. Algunos teoremas geométricos (“en un triángulo rectángulo, un cateto es media proporcional entre la hipotenusa…”), las tablas de aritmética (7 x 3 = 21, etc.) y pocas cosas más. Incluso la RAE admite hoy conjugaciones alternativas. Lo demás, está muy bien conocerlo y cuanto más, mejor, pero desde una postura crítica, sin rendidas entregas conceptuales.

Esta galería la crucé mil veces
para cambiar de aula
Es en este punto donde choco con amigos, que creen ciegamente que la ciencia es un cuerpo de conocimientos que interpretan el entorno. Ahí yo introduzco un pequeño matiz y digo que es “un cuerpo de conocimientos que intenta interpretar el entorno”. Para mi modo de ver, es ese intento el causante de que la ciencia esté en constante revisión de los conocimientos previamente adquiridos.

En un momento concreto, la ciencia puede aparecer como un cúmulo compacto de conocimientos. Siempre con sus dudas y sus preguntas sin resolver, pero un cúmulo compacto. Cuando aparece una nueva técnica de experimentación, se someten a esa técnica los conocimientos previos, que pueden resultar reforzados, o bien rechazados como erróneos. Si ocurre esto,  de nuevo es preciso volver a estudiar para explicar aquello cuya explicación previa ha sido rechazada a raíz de los nuevos descubrimientos. Las nuevas técnicas de estudio afianzan los anteriores conocimientos o los invalidan, abriendo, en este segundo caso, nuevas vías de estudio para explicar unos hechos que siguen requiriendo ser interpretados.

La torre y su reloj eran una
referencia desde lejos
No son pocas las personas a quienes esta situación de constante incertidumbre, de carencia de afirmaciones rotundas y definitivas, les produce una situación de angustia, de incertidumbre y duda. Se sienten defraudadas por la ciencia. Tal vez creyeron encontrar en ella un campo de tranquilidad conceptual en el que, una vez sabido algo, ya no era preciso revisarlo más. En genética, muchos avances en el conocimiento se produjeron por querer encontrar explicación a lo que resultaba inexplicable cuando se aplicaban los conocimientos previos.

En este orden de cosas, el avance de una ciencia se realiza por dos vías diferentes y complementarias. O bien reforzando los criterios anteriores, que van quedando afianzados al resistir nuevos análisis, o bien añadiendo nuevos conocimientos que será preciso ir consolidando. Tarea nunca falta. Pero nunca la ciencia es una religión, ni debe tomarse como tal. La ciencia no dispone de dogmas, intenta explicar todo y, en ese intento, va caminando afianzando su fondo de conocimientos. Quien considera a la ciencia como una substituta de una religión, tal vez desconoce la naturaleza de ambas.

Esto es lo que pienso hoy, después de bastantes años de ejercicio de mi profesión, pero no reniego de aquel muchacho que salió de la Universidad de Barcelona recién licenciado en Ciencias Biológicas. Ya tenía mi forma de pensar. Muchas actitudes mías actuales se las debo a mis profesores de entonces, a los que encontraron una mente inexperta, la mía, y le fueron inculcando modos de actuar y de pensar. Rigor y orden, sí. Pero también, y cómo lo agradezco, espíritu crítico ante las novedades científicas que fueron apareciendo.
+ + +

La foto de la orla se la debo a A. Massanell, amiga y compañera de Promoción.

Las fotos de la Universidad de Barcelona las he obtenido del fondo fotográfico de Google.

domingo, 17 de abril de 2016

Hablemos de la verdad en la ciencia

Me pregunta un amigo que cuándo sabremos en verdad lo que es un gen. Estoy por preguntarle que qué entiende él por verdad, pero no se merece esta respuesta cruel por mi parte. Me pregunta de buena fe, pero me obliga, de nuevo, a definirle la Ciencia, (y la Genética lo es), como una constante búsqueda de respuestas, cada vez más elaboradas, a las mismas preguntas. Hoy seguimos buscando respuestas a preguntas ya formuladas por Aristóteles y las diferentes respuestas dadas a lo largo del tiempo, indican los progresos conceptuales de la Ciencia. Nunca habrá respuestas absolutas, los conocimientos científicos siempre estarán en revisión y eso es una de sus características, y en eso también reside su poder.

CROMOSOMA EN PROFASE
CROMOMEROS Y CROMONEMA

En mi entrada anterior comenté cómo una nueva técnica de investigación permitió a dos científicos abrir nuevos caminos a la genética en su afán de interpretar la naturaleza desde su área de estudio. Han pasado 50 años desde entonces y se ha avanzado mucho en este estudio. ¿Causas? Hay mejores aparatos para investigar, hay más investigadores y, en general, hay más dinero para hacerlo. Hoy se definen opciones prioritarias de investigación, claro. Actualmente, dicha prioridad es el cáncer y todo lo relativo a esta enfermedad. Cuando el cáncer esté conocido, superado y controlado, el área prioritaria de estudio lo constituirán las enfermedades nerviosas degenerativas.
Mi amigo acierta al preguntarme por un concepto importante en genética. ¿Qué es un gen? Y no sabe que esta pregunta ha tenido múltiples respuestas, todas ellas acertadas, correspondientes a diferentes épocas, a diferentes fases del conocimiento. Creo que hubo un error cuando, al conocer el cromosoma en fases tempranas de la profase y verlo como un filamento (cromonema) con esferas (cromómero) situadas a lo largo de él, se le comparó con un rosario. De decir es “como un rosario”, se pasó a “es un rosario” y se dejaron de lado varios intentos explicativos. Lo que era tenido como ejemplo pasó a ser considerado estructura. Para muchos de la década de 1910, con Premio Nobel incluido, el gen venía a ser una bola maciza, vaya uno a saber de qué naturaleza e irrompible. Se conocía el ácido nucleico, pero no su estructura. Los hechos fueron modificando este concepto, siempre eficaz a los largo del tiempo.

OTRO EJEMPLO DE CROMOSOMA
COMO UN COLLAR


En biología, que es lo que conozco, no tenemos leyes que encierren nuestros conocimientos. Tenemos conceptos en constante revisión. Por eso, si los grandes maestros de otro tiempo, llegasen hoy a una clase nuestra, o abriesen un libro de texto, es muy posible que no entendiesen mucho de su contenido. Incluso de los temas en los que, entonces, ellos sobresalieron o contribuyeron a consolidar. La biología adelanta, claro, pero a cuenta de ir afianzando conceptos preexistentes y dejando obsoletos a otros, anteriores.
¿Es que el concepto de gen ya no vale? No es eso, faltaría más. Hablamos de gen como hablaron tantos otros desde hace 116 años. Pero cuando nosotros empleamos ese concepto, estamos pensando en algo muy diferente a lo que pensaron quienes redescubrieron los trabajos de Mendel en 1900. ¿El concepto actual es válido? Sí, lo es. Por eso lo utilizamos para estudiar y como arma para interpretar todo cuando se va encontrando relativo a sus cualidades.
Pero cuando todos esos descubrimientos no concuerden con la idea que hoy tenemos acerca del gen, dicha idea se adecuará a las nuevas cualidades que se le van encontrando. No es lícito hablar de conceptos falsos, nada de eso, pero sí de conceptos surgidos de unos conocimientos de una época. El incremento de conocimientos obliga a replantearse los conceptos preexistentes que, o bien se consolidan, o bien se modifican. Sea del modo que sea, la ciencia avanza gracias a esos procesos.

CULTIVOS EN LABORATORIO
DE LA MOSCA DE LA FRUTA

Tal vez para muchos todo esto sea algo sorprendente y rompedor. Muchos quieren relacionar ciencia con verdad inamovible, tal vez esperando que la verdad confiera más o menos seguridad. En este blog, nunca he hablado de la verdad. Más bien he definido la ciencia como un intento de explicar el entorno basándose en los conocimientos disponibles. Entre los fines de la ciencia está el de conocer el entorno, no el de conferir seguridad a sus seguidores. La ciencia no es ninguna religión.
Hay muchos científicos que no dan por cerrado ningún tema de estudio. Para ellos, siempre será conveniente seguir investigando los mismos temas a la luz de los nuevos adelantos técnicos. Ese método de revisar los conocimientos previos, permite consolidarlos o desecharlos, haciendo de este modo que el avance de conocimientos vaya siendo más seguro.
Hay un artículo que me gusta mucho y que recomiendo leer, pues aclara muchos puntos de esta postura que comento. Dejo aquí su título y, con él, su enlace:




sábado, 5 de marzo de 2016

Sólo sé...

Me pregunta un amigo que qué habría ocurrido si los dinosaurios aun anduviesen por aquí. Que cómo sería, en ese caso, el actual mundo de seres vivos y qué papel jugaríamos los humanos dentro de tal escenario, en caso de existir como tales

Nunca me ha gustado aventurar acerca de las consecuencias actuales de posibles hechos ocurridos en el pasado. Lo que se viene en llamar futurible. Y nunca me ha gustado porque tengo una mentalidad muy basada en los hechos comprobados para, sobre ellos, ir desarrollando mis ideas. En todo caso, imaginar hechos posibles comparándolos con otros actuales contrastados de modo experimental. Nunca se me ha dado por fantasear y utilizar las fantasías como posibles herramientas de trabajo.

EL ESTUDIO DE FÓSILES ENSEÑA MUCHO
Me defino como un escéptico que cree que lo que sabemos es muy poco en comparación con lo que ignoramos. Por eso, siempre estamos revisando lo que damos por sabido. Con el cuerpo de conocimientos que poseemos, intentamos explicar el entorno sin dogmatismos de ningún tipo. Y cuando esa suma de conocimientos aumenta (por descubrimientos de nuevos datos, por aparición de una nueva técnica de estudios o por lo que sea), revisamos lo anterior por ver si se mantiene como cierto a la nueva luz del proceso investigador. Eso explica que siempre estudiemos la estructura del cromosoma, por ejemplo, o la de los flajelos, o los procesos de la división celular. Cuando hacemos eso, algunos conocimientos previos tenidos como ciertos, se desmoronan, mientras otros se afianzan. Cuidado, digo “afianzan”, no que alcancen la categoría de dogmas. Simplemente, son conocimientos que siguen superando nuevos métodos de revisión. Conforme las hipótesis superan más y más pruebas, se van consolidando como posiblemente ciertas. Cuidado de nuevo, digo "posiblemente".

LAS ELECTROFORESIS EN GEL APORTARON MUCHOS
CONOCIMIENTOS A LA BIOLOGÍA DE POBLACIONES

Dinosaurios, me preguntas, amigo, sobre dinosaurios. Hermosos temas productivos para un mundo infantil que se adentra en el consumo feroz. Películas (no he visto ni una), enciclopedias por fascículos, colecciones de figuras, niños que saben sus nombres científicos, parques temáticos metas de excursiones, museos. No me opongo a ese deseo de saber sobre esos seres enigmáticos que, es posible, fueron los mayores animales que ha habido en la tierra. Pero detrás de todo eso hay un comercio tremendo y una búsqueda indisimulada de mercado.

También es cierto que un gran amigo mío, biólogo, cuando era niño se conmovió tanto en una película sobre dinosaurios, que estudió Biología por acercarse a ellos desde la ciencia. Hoy está a punto de leer su Tesis Doctoral sobre ellos.

LA SECUENCIACIÓN DE ADN PERMITE ESTUDIOS GENETICOS
A NIVEL MOLECULAR
¿Que qué hubiera ocurrido si no se hubiesen extinguido? Pues yo qué sé. Cuando ocurrió tal extinción masiva, quedaron muchos hábitats disponibles que rápidamente ocuparon los incipientes mamíferos. Digamos que fue como un proceso de substitución por parte de grupos zoológicos.

Hoy se supone que las actuales aves son descendientes evolutivos de los dinosaurios. A este tipo de extinción se le conoce como “extinción filética”, que ocurre cuando un grupo como tal desaparece, dando lugar a otro muy diferente al originario, pero al que transmite toda su historia evolutiva previa.

Otra cosa es la extinción, sin adjetivo. Ocurre cuando un grupo desaparece sin dejar descendencia entre los seres vivos. Muchas veces, a este tipo de extinción se le considera un fracaso evolutivo, que no es el caso de la extinción filética.

ESQUEMA DE LA ESTRUCTURA DE UN
CROMOSOMA