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viernes, 26 de junio de 2020

Bernardo de Chartres



Andaba yo por los treinta años de edad, cuando asistí a una conferencia de aquel maestro que fue D. Álvaro d’Ors. Hablando de los estudios y los estudiosos, citó las características que Bernardo de Chartes les había atribuido en el siglo XII. Las retuve en la memoria, las apunté al salir y desde entonces las he mantenido cerca para reflexionar sobre ellas en más de una ocasión. Ahora quiero traerlas aquí, no sin antes presentar al Maestro de Chartres, que ejerció su docencia en la Catedral de esa ciudad en los primeros años del siglo XII. Su fama de sabio ha llegado hasta hoy.

domingo, 9 de diciembre de 2018

sábado, 30 de diciembre de 2017

Cumpleaños (7) El Maestro Medieval Bernardo de Chartres.

Siempre me ha estimulado esta descripción del amante del saber y del buscador de conocimiento. Esta reflexión fue de lo primero que publicó el Paseante Silencioso y hoy lo vuelve a traer con el respeto de entonces.



Andaba yo por los treinta años de edad, cuando asistí a una conferencia de aquel Maestro que fue D. Álvaro d’Ors. Habló de los estudios, los estudiosos y citó las características que el maestro Bernardo de Chartes les había atribuido en el siglo XII. Las retuve en la memoria, las apunté al salir y, desde entonces, las he mantenido cerca para reflexionar sobre ellas en más de una ocasión.

Ahora quiero volverlas a traer aquí, pero creo que antes debo presentar al Maestro de Chartres.

El Maestro Bernardo ejerció su docencia en la Catedral de Chartes, de la que fue canónigo, en los primeros años del siglo XII. Neoplatónico convencido, su fama de intelectual ha llegado hasta hoy. Se le atribuye una frase muy fructífera en la historia del conocimiento.







“Somos unos enanos encaramados en los hombros de gigantes. Así, vemos más lejos que ellos y no porque nuestra mirada sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque ellos nos llevan encima y nos elevan sobre su altura gigantesca"

Con esta frase, humilde en la concepción del propio valor, hacía un gran reconocimiento del saber a lo aportado por los clásicos. La frase tuvo mucha fortuna, incluso en siglos posteriores.

Su discípulo John de Salisbury (S.XII), le atribuye la autoría del siguiente poema:

Quae vero sint discendi claves senex Carnotensis paucis expressit:
Mens humilis, studium quaerendi, vita quieta, scrutinium tacitum, paupertas, terra aliena.
Haec reserare solent multis obscura legendo.

 (El viejo [Bernardo] de Chartres expresó en pocas palabras cuáles son las claves para aprender:

Mente humilde, afán de buscar, vida tranquila, reflexión silenciosa, pobreza, tierra extranjera.
Estas cosas y la lectura suelen aclarar a muchos cuestiones oscuras.)



Quiero presentar esas cualidades que Bernardo de Chartres exigía, en el siglo XII, en la actitud de quienes querían aprender y se adentraban en el mundo del conocimiento.

Mens humilis. Mente humilde.
No conozco a ningún amante del saber que sea soberbio en lo que sabe. Más bien los conozco humildes, con la humildad que confiere creer que cualquiera le puede aportar algún modo de aumentar cuanto sabe. Por eso, el sabio pregunta a quien supone que le puede enseñar algo, independientemente de su rango. Muchas páginas de la historia del saber nos describen cómo un sabio aprendió de un profano cosas, que luego sirvieron para el avance de la ciencia. Iletrados que enseñan a sabios, o sabios humildes que aprenden de iletrados.

Studium quaerendi, afán de buscar.
Tampoco conozco a ningún estudioso que se conforme con lo que sabe. Su afán de conocimiento es constante, con el propio saber como un fin en sí mismo. Para el amante de aprender, nunca existe una meta ni un listón en el conocimiento. Pero el estudio es un acto positivo de voluntad. Se estudia porque se quiere, a nadie se le puede obligar a hacerlo, por eso se enumera el "afán de buscar".



Vita quieta, vida tranquila.
No sé cómo imaginar tal característica si no es contraria a la idea del maestro itinerante o al alumno bullanguero. Lejos del bullicio de los caminos, a Roma o a Compostela, lejos de goliardos y juglares, el estudioso precisa para su labor, del sosiego que confiere disponer de un lugar fijo donde desarrollar su trabajo. Porque conviene no olvidar nunca que el estudio es un trabajo intelectual que precisa sosiego. No creo que el Maestro de Chartes tuviese nada en contra de los actuales planes de movilidad de los estudiantes (Becas Erasmus, Sócrates) o del profesorado. Hoy las cosas se hacen con mayores seguridades y pretendidos criterios de eficacia.

Scrutinium tacitum, reflexión silenciosa.
En español tenemos una palabra derivada de scrutinium, escrutinio, y la aplicamos al estudio riguroso y atento de algo en lo que no debe haber error (escrutinio de votos, por ejemplo). Estudio atento en silencio, introvertido, es lo que requiere el Maestro Bernardo. Luego se comentará, se contrastará lo estudiado, pero el proceso de aprendizaje comienza con un ejercicio silencioso que siempre es necesario, y clave, en el aprendizaje.



Paupertas, pobreza 
El estudio nunca ha sido un camino ni para la riqueza ni mucho menos hacia la opulencia. El sabio, tal vez por serlo, es parco en sus necesidades. Sabe vivir con lo poco y con dignidad, sin perseguir lujos. Tampoco la sociedad, tal vez por menospreciar su trabajo, se preocupa mucho por sus emolumentos o sus niveles de vida. Casi siempre le parece mucho lo que se destina a su sustento.

Terra aliena, tierra extraña 
Tal vez la característica más cruel, pues el sabio o el estudioso, por serlo, será incomprendido desde el principio y considerado como alguien ajeno a la misma sociedad. La sociedad tiene unos fines, los rendimientos y plusvalías de todo tipo. Los afanes del sabio son completamente distintos, pues el mismo conocimiento es la guía de sus desvelos. Por eso es incomprendido y considerado como alguien que vive en otro mundo, en tierra extraña.


Asimismo, de Bernardo de Chartres es esta sentencia, citada también por John de Salisbury:

Inimicus hominis insapientia eius. 
Amicus hominis sapientia.

(El enemigo del hombre es la propia ignorancia. Su amigo, el saber.)




sábado, 12 de diciembre de 2015

Bernardo de Chartres, tres años más tarde.

Hace tres años que comencé con este blog. Sin más bagaje que algunas cosas que sabía y el correspondiente tutorial de Google, entré en este mundo sin saber bien dónde me metía. En este tiempo he encontrado de todo: muchas alegrías, amigos nuevos, experiencias de todo tipo y un constante afán de seguir aprendiendo. 
Celebro el aniversario publicando la entrada más leída del blog

EL MAESTRO MEDIEVAL BERNARDO DE CHARTRES

Andaba yo por los treinta años de edad, cuando asistí a una conferencia de aquel Maestro que fue D. Álvaro d’Ors. Habló de los estudios y los estudiosos y citó las características que Bernardo de Chartes, en el siglo XII, había atribuido a estas personas. Las retuve en la memoria, las apunté al salir y las he mantenido cerca para reflexionar sobre ellas en más de una ocasión.
Ahora quiero comentarlas aquí, pero creo que antes debo presentar al Maestro de Chartres.
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El Maestro Bernardo ejerció su docencia en la Catedral de Chartes en los primeros años del siglo XII. Neoplatónico convencido, su fama de intelectual ha llegado hasta hoy. Se le atribuye una frase muy fructífera en el mundo del conocimiento.
“Somos unos enanos encaramados en los hombros de unos gigantes. Así, vemos más lejos que ellos. Y no porque nuestra mirada sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque ellos nos llevan encima y nos elevan sobre su altura gigantesca"
Con esta frase, humilde en la concepción del propio valor, hacía un gran
reconocimiento del saber a lo aportado por los clásicos. La frase tuvo mucha fortuna, incluso en siglos posteriores.
Su discípulo John de Salisbury (S.XII), le atribuye la autoría del siguiente poema:
Quae vero sint discendi claves senex Carnotensis paucis expressit:
Mens humilis, studium quaerendi, vita quieta
scrutinium tacitum, paupertas, terra aliena.
Haec reserare solent multis obscura legendo.
(El viejo [Bernardo] de Chartres expresó en pocas palabras cuáles son las claves para aprender:
Mente humilde, afán de buscar, vida tranquila,
reflexión silenciosa, pobreza, tierra extranjera.
Estas cosas y la lectura suelen aclarar a muchos cuestiones oscuras.)
+ + +
Quiero presentar esas cualidades que Bernardo de Chartres exigía en el siglo XII a quienes querían aprender y se adentraban en el mundo del conocimiento.

Mens humilis. Mente humilde.
No conozco a ningún amante del saber que sea soberbio en lo que sabe. Más bien los conozco humildes, con la humildad que confiere creer que cualquiera le puede aportar algún tipo de conocimiento. Por eso el sabio pregunta a quien supone que le puede enseñar algo, independientemente de su rango. Muchas páginas de la historia del conocimiento nos describen que un sabio aprendió de un profano cosas que luego sirvieron para el avance de la ciencia. Siempre ha habido iletrados que enseñan a sabios, o sabios humildes que aprenden de iletrados.

Studium quaerendi afán de buscar.
Tampoco conozco a algún estudioso que se conforme con lo que sabe. Su afán de conocimiento es constante, con el saber como un fin en sí mismo. Para el amante del saber, nunca existe una meta ni un listón en el conocimiento. Pero el estudio es un acto positivo de voluntad. Se estudia porque se quiere hacerlo, a nadie se le puede obligar esta tarea, como hoy pretenden hacer muchos.

Vita quieta, vida tranquila.
No sé cómo imaginar esta característica si no es contraria a la idea del Maestro itinerante o al alumno. Lejos del bullicio de los caminos, a Roma o a Compostela, lejos de goliardos y juglares, el estudioso precisa del sosiego que confiere disponer de un lugar fijo donde desarrollar su trabajo. Porque conviene no olvidar que el estudio es un trabajo que precisa sosiego. No creo que el Maestro de Chartes tuviese nada en contra de los actuales planes de movilidad de los estudiantes (Becas Erasmus, Sócrates) o del profesorado. Hoy las cosas se hacen con mayores seguridades y pretendidos criterios de eficacia, pero siempre han habido trabajos de recogida de datos, trabajos de campo, y elaboración de los mismos en el sosiego de los laboratorios.

Scrutinium tacitum, reflexión silenciosa.
En español tenemos una palabra derivada de scrutinium, escrutinio, y la aplicamos al estudio riguroso y atento de algo en lo que no debe haber error (escrutinio de votos, por ejemplo). Estudio atento en silencio, introvertido es lo que requiere el Maestro Bernardo. Luego se comentará, se contrastará, pero el ejercicio silencioso siempre en necesario, y clave, en el aprendizaje.

Paupertas, pobreza. 
El estudio nunca ha sido un camino ni para la riqueza ni menos hacia la opulencia. El sabio, tal vez por serlo, sabe vivir con lo poco y con dignidad, sin perseguir lujos. Tampoco la sociedad, tal vez por menospreciar su trabajo, se preocupa mucho por sus emolumentos o sus niveles de vida.

Terra aliena, tierra extraña. 
Tal vez el más cruel, pues el sabio, por serlo, será considerado como alguien ajeno a la sociedad. Incomprendido desde el principio, siempre será considerado como alguien extraño. La sociedad tiene unos fines, los rendimientos y plusvalías. El mismo conocimiento es el fin de los desvelos del sabio, por eso es incomprendido y considerado como alguien que vive en otro mundo.


También de Bernardo de Chartres es esta sentencia:

INIMICUS HOMINIS INSIPIENTIA EIVS.
AMICUS HOMINIS SAPIENTIA.

(El enemigo del hombre es la propia ignorancia.
Su amigo, el saber.)